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Cap.14 - Rosario II: El regreso del Quetejedi

Año: 1985
Lugar: Rosario City, tercera ciudad argentina
Banda de Sonido:
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A mi regreso de Italia, con la excusa de tener que rendir por libre todas las materias de 3º año (14 en total), pedí y obtuve permiso para quedarme a vivir solo en la casa que habían dejado vacía mis viejos, ya mudados. Organicé un programa semanal de estudio y entrenamiento y durante un par de meses me dediqué solo a eso: entrenar y estudiar.
Como podrán imaginar, después de una temporada en Europa, de haber saboreado las delicias del sexo y de haber progresado exponencialmente en mi deporte, estaba hecho un Don Johnson >>. Cierto, no conducía una Ferrari ni vivía en un velero anclado en Bayside con un cocodrilo como mascota, pero con mi bici de ruta iba y venía a mi antojo, mi perro no era fashion pero cumplía con su deber de fiel amigo, y en aquella casita entre las vides yo era amo y señor.
Mis compañeros de colegio, mis amigos de patín, mi familia: todos notaron un cambio en mí. Pero sin duda los mas escandalizados eran los viejos del Huarpes: me presentaba a entrenar con unos pantaloncitos ajustadísimos enrollados en unos calzoncillos mínimos, con camisetas de ciclismo pegadas al lomo, pelo largo atrás y punk arriba, arito en la oreja… y lo peor de todo: patinando en la pista en sentido contrario! De nada servía explicarles las razones técnicas de mi obrar, me llevó un par de años de peleas para que se dejaran de joder. En todo caso, por la distancia no iba mas de una o dos veces por semana al Huarpes. Además ya casi no quedaba nadie del grupo original de mi edad. Pero para compensar, estaba resucitando la tropa de los corredores sanjuaninos de antaño. Por un lado estaba el equipo de Los Animales: Oscar “Nero” Contrera, Galo Herrera y Salvador “Tito” Puzzella se entrenaban seriamente para competir en el próximo Argentino. Juntos pero no mezclados estaban los del grupo de Antonio González, quien en ese ínterin era además el coach de mi buen amigo Buby Suárez. Yo patinaba un poco con unos un poco con otros, pero la mayor parte del tiempo me veía obligado a hacerlo solo. El objetivo para todos era el Nacional de ruta que se correría a mediados de diciembre en Rosario, en mi caso justo después de rendir tercer año libre. Esta vez llegaba a competir con la ventaja de la edad (cumpliendo en diciembre era uno de los mayores en mi categoría), con patines nuevos y profesionales, agrandado por lo que había mejorado con la experiencia italiana.
Ya les comenté los puntales del equipo local >>; en esta ocasión voy a tener el gusto de nombrar a algunos de los capos del patín marplatense de aquellos años (lo siento, no los puedo recordar a todos!). En damas mayores, las figuritas se las repartían Nora Vega y Claudia Rodriguez, aunque había otras muy buenas corredoras como Andrea y Sandra Alí y María Teresa Herrero. En mayores estaban Marcelo Freijeiro, Reynaldo Vega, Raúl Subiledt, Alberto y Gustavo Narciande, Guillermo McCargo. Un poco mas grandes que yo eran Adrián Trinaroli (nada que ver con el hermano!), Guillermo Herrero y Rody López (que ese año si no me equivoco ganó casi todo).

Y llegó la hora de correr! La primera carrera que nos tocaba eran unos cinco mil. Recuerdo haberme sentido estupendamente bien, dándole ánimos a un adorable chico de Malargue (si no me equivoco, se llamaba Raúl) que competía por primera vez en un nacional. Ya no me sentía intimidado por los rivales. Pendejos de mierda, seguro que todavía eran todos vírgenes! En fin: desde la largada ocupé un lugar de relevancia en el pelotón, aunque corría solo contra los equipos enteros de porteños, marplas y rosarinos. La hago corta: última vuelta, escapados con buena ventaja un porteño, un marpla y el abajo firmante. Penúltima curva, vengo sufriendo pero ya saboreando el que será mi primer podio nacional, el resto del pelotón arranca a lo lejos y no podrán alcanzarnos. Última curva, le estoy por sacar la vuelta al chico de Malargüe, los otros dos empiezan a despegarse pero con la tercera plaza me voy a conformar. Un nanosegundo mas tarde, abrumado es decir poco, me encuentro mirando al cielo nocturno rosarino con el mendocino acostado encima mío. Atontado por el golpe, mi primera reacción fue intentar tirarle una piña al pobre pibe, creyendo que me había caído por su culpa justo un momento antes de la gloria. Lo que pasó en realidad fue que el maldito tornillo de aluminio que sujetaba el tren trasero del chasis Galaxy se partió, y como con esos patines aterrizábamos primero el talón, simplemente me encontré sin apoyo en plena curva y a máxima velocidad. Pasé de posición erecta a planchado en el suelo en cuestión de un fatídico instante, golpeando con toda la nuca y llevándome puesto al inocente malarguino. Me desmayé, me sacaron en camilla y me estaban por llevar al hospital pero al parecer reaccioné positivamente y rogué no ser internado. Evité una conmoción cerebral gracias a uno de esos horribles cascos de goma de la época, que por suerte cubrían bien el coco y demostraron efectividad en acción.
Al día siguiente me esperaba la contrareloj, pero me había quedado sin patines y encima tenía una notable colección de golpes y raspones como resultado de la trágica noche pasada. Por suerte vino en mi ayuda don Antonio González, quien largó la trescientos “fuera de competencia” (no sé el motivo) y marcó el mejor tiempo absoluto, creo incluso con récord de pista. Acto seguido, me prestó sus propios patines: eran grandes para mí y no tuve tiempo de dar ni dos vueltas con ellos, pero no había alternativa. Calenté bien y me dispuse a largar mientras mi cuñado me filmaba desde la tribuna. Apliqué un truco que me enseñaron en Italia para ganarle alguna centésima a los cronometristas, y piqué con toda hacia el mas bajo tiempo que había marcado hasta entonces, con la mejor técnica que pude expresar. Viéndome a posteriori en el video efectivamente podía sentirme orgulloso de mí mismo, porque me salió realmente bien! Durante la mayor parte de la prueba me mantuve en primera posición, hasta que largaron los rosarinos… Resultado final: primero, segundo y tercero los locales, mirá vos (les recuerdo que en esa época no existía la fotocélula, los tiempos se tomaban a mano con cualquier cosa). Cuando largó el último de la categoría, se vió un malón de porteños y marplatenses corriendo al centro de la pista a protestar, el batallón rosarino se mantuvo firme comandado por el gigantesco Maldonado. Se armó una batahola histórica, pero el resultado no fue modificado. Al final del video de mi cuñado, se los ve a Marcelo Martínez (en ese entonces ya empezaba a ser un personaje político de relieve en la CAP) y a Don Greco (seleccionador nacional) acercándose a mi y hablándome. ¿Que podían decirme dos figuras tan importantes del patín nacional? Marcelo me puso la mano en el hombro y me dijo con sincera pena: “Lo siento: te relojearon, pibe.” Ambos me dedicaron algunas palabras reconfortantes y me alentaron a no rendirme, que estas cosas pasaban en nuestro deporte… Les hubiera agradecido de corazón, pero no se puede si uno está totalmente descorazonado.
Ni recuerdo las demás carreras, no me deben haber quedado muchas ganas de competir en esas condiciones. Lo único que me perdura en la memoria es un intento de ligue a una bonita marplatense, abortado por su enorme padre durante el almuerzo de despedida (lástima), y la increíble victoria de Los Animales sanjuaninos en la americana. Campeones argentinos de relevos a casi 40 años! Fue un momento deportivo inolvidable, un merecido triunfo para unos pobres trabajadores del patín, una versión patinera de David contra Goliath.

Mientras las delegaciones volvían a sus respectivas sedes, yo me disponía a pasar un divertido verano desintoxicándome de la mierda que había tenido que absorber en Rosario. Total ya no tenía que estudiar: había aprobado todas las materias en diciembre (tomá!). En algún lado todavía tengo en VHS el video que les mencioné: cuando lo encuentre intento convertirlo y lo subo a YouTube.

M. Bresin


Cap.13 - Un cordobés en Italia
Luca Antoniel